A continuación os presento un fragmento de El mundo Onírico de Blanca

Blanca, ¿te importa que venga Rosi a cenar la noche de Reyes y se quede a dormir en casa?

—¿Cómo me va a importar, papá? Sabes que desde el día que me contaste lo vuestro estoy deseando conocerla. No es lo mismo verla y tocarla que hablar solo por teléfono, que es lo que hemos estado haciendo desde entonces. Además esta es tu casa y no tienes por qué pedirme permiso para lo que quieras hacer en ella. Por cierto déjame que te de un consejo como mujer y no como hija. Ya va siendo hora de que cambies los juegos de cama que tienes, son viejas, raspan, pican y no creo que quieras que se acueste en ellas. Si quieres vamos esta tarde a Santiago y compramos un par de juegos nuevos, con fundas de almohada incluida.

—Ella y yo habíamos hablado de que durmiese en uno de los cuartos de invitados.

—¿Y eso por qué? ¿Acaso tú en su casa no duermes con ella?

—Claro que duermo con ella, pero aquí estás tú y nos preocupa lo que puedas pensar.

—¡¡¡Coño, papá!!! Pienso lo mismo que si lo hacéis aquí, que aun sois jóvenes y que os amáis, y que para hacer el amor hay que estar juntitos, es de las pocas cosas que no se pueden hacer por teléfono o por carta.

—Pero que burra eres, hija.

—Sí, todo lo burra que quieras, pero te lo repito por última vez: esta es tu casa y no tienes que rendirme cuentas de lo que hagas. Si haces que sienta que soy un estorbo o una molestia en vuestra relación vas a conseguir que me busque un pisito de los muchos que se alquilan por aquí.

—Por Dios, hija, eso ni lo pienses. ¿Tú un estorbo? No podría vivir sin ti, eres nuestro ángel de la guarda, no sé qué hubiera sido de tú hermano y de mí sí no te hubiésemos tenido con nosotros al faltar mamá. Y eso que solo eras un retaco de 8 añitos.

—Han pasado muchos años, papá. Este retaco algún día no muy lejano tendrá que vivir su propia vida. Ahora me siento feliz porque por fin vas a rehacer la tuya y volverás a ser feliz al lado de Rosi. Por lo poquito que la he tratado por teléfono he sentido que te ama de verdad y eso es suficiente para que la quiera muchísimo y esté deseando darle un fuerte abrazo. A lo mejor prefieres ir con ella a escoger la ropa a su gusto.

—Me fío de tú gusto, cielo. Iremos los dos esta tarde cuando vengamos del puerto. Tu hermano estará a punto de llegar.

—Tranquilo, papá, aún no he oído la sirena del Cormorán, es un poco temprano. Lo que no entiendo es qué hacemos levantados tan temprano.

—Parece que los dos andamos un poco nerviosos estos días por todo lo que está sucediendo.

—¿A qué te refieres?

—A que yo ando nervioso por haberte contado lo de Rosi y por lo de que se venga a vivir a casa con nosotros y tú no sé por qué será pero te noto más alegre de lo normal desde que ocurrió lo del rapto en el Poniente. Tú y el sobrino de Manuel sois la comidilla estos días, tanto aquí como en el puerto. El chaval es majo y nunca te había visto de esta manera con ninguno de tus amigos.

—¿De qué manera estoy?

—Venga, hija, que tu padre no es tonto. Me he dado cuenta de cómo os miráis y cómo os comportáis cuando estáis juntos.

—Hace muy poco qué nos conocemos, papá. Es muy pronto para que…

—Déjate de historias conmigo, hija. Me he enamorado dos veces en mi vida y te digo que en ambas sentí algo muy dentro de mí nada más conocerlas. Eso raro se llama y se llamará amor a primera vista.

—¿Tú crees, papá?

—No lo creo, hija, lo sé y tú también lo sabes aunque aún no quieras reconocerlo. Solo espero que no me hagas lo que yo te he hecho y me lo cuentes con toda confianza, que no sea el último en enterarme.

—¿Puedo entonces pedirte un favor?

—El que quieras, cielo.

—¿Puedo invitarle a cenar con nosotros la noche de Reyes? Vive casi al lado y el día de Noche Vieja la pasó solo con sus tíos, aunque luego nos fuimos juntos a tomar unas copas y ahí es cuando verdaderamente nos dimos cuenta de que estábamos hechos el uno para el otro.

—Ves, ya me lo has dicho. He sido el primero en saberlo.

—Lo eres, aunque JJ ya se barrunta algo, son íntimos amigos pero ni él ni yo le hemos confirmado nada todavía.

—Menos mal que me he echado novia, porque de lo contrario ya me veía planchando, cocinando y lavando para JJ y para mí.

—JJ sabe cuidarse él solito papá y tú también, aunque supongo que el día que yo me marche de casa, Rosi estará encantada de atenderos y cuidaros como lo hago yo. Es mujer de pueblo, de otra generación,  estaban acostumbradas a que ellas eran las que se ocupaban de todas las tareas del hogar.

Si te interesa seguir leyendo lo que ocurre en la vida de Blanca te invito a que te hagas con un ejemplar, que te enviaré dedicado a tú nombre, pinchando aquí