CAPÍTULO 5 EL MUNDO ONÍRICO DE BLANCA

 

Capítulo 5

 

El viento dejó de ulular entre las rendijas de los ventanales cuando la puerta se cerró de golpe.

–Menuda noche de perros que tenemos.

–Déjate de noches de perros, papá. Estoy esperando que me cuentes qué te tiene tan preocupado y no te atreves a contarme.

–¿Otro chupito de orujo antes de empezar?

Juan se levantó de la mesa para ir a echar un par de troncos en el hogar medio apagado, donde las brasas chisporroteaban al quemar algún trozo de resina que aún quedaba en algún pedazo de astilla a medio quemar. Removió un poco las brasas con el gancho y colocó dos troncos encima. Con el fuelle de la cocina lo avivó varias veces hasta que aparecieron las primeras llamas que en el acto lamieron los laterales de los troncos que empezaron a arder. Una fina lluvia de pavesas se escapó por el portón abierto del hogar antes de ser cerrado.

Con toda la parsimonia que le caracterizaba, se sirvió un orujo, encendió su pipa y, acercando su silla a la de su hija, se sentó junto a ella, que no paraba de dar caladas a un pitillo que acababa de liarse intentando controlar los nervios que la embargaban.

JJ cogió su silla y la colocó a la derecha de su hermana. Dándole la vuelta se sentó a horcajadas en ella y apoyó los brazos en el respaldo para poner la barbilla sobre ellos y aguantar la cabeza.

–Como ya te ha dicho JJ, la cosa viene de esta Semana Santa.

–Al grano, por favor, papá. Dime de una vez qué ocurre.

–Lo que ocurre Blanca es que papá está….

–¿Quieres hacer el favor de mantener la boquita cerrada y dejar a papá que me lo cuente él?

–¿Te sentaría mal que yo…?

–Por Dios, papá, ¿quieres soltarlo de una vez y dejarte de divagaciones? Me estás poniendo de los nervios.

–Está bien, está bien. Voy al grano, no te enfades conmigo, cielo.

–¡Coooño, papá! ¡Empieza ya, por favor!

–Ya empiezo, ya empiezo. No te pongas de esta manera, no me gusta oíros decir tacos.

La paciencia de Blanca estaba a punto de agotarse. Se lio otro pitillo y antes de encenderlo y de que su padre se terminase de un solo trago el orujo que tenía servido dijo:

–Si para cuando encienda el pitillo no sé qué te ocurre, me levanto y voy a pillarme la mayor borrachera que me hayas visto, y puedes meterte para siempre tu secreto por donde te quepa. ¿Te ha quedado claro? Con esta historia los dos me tenéis más que harta.

Y agarrando el encendedor se dispuso a encenderlo.

–Hija, se trata de que hay una mujer.

–Déjate de historias, papá. No hay una mujer, hay cientos. Hay miles de ellas por el mundo. –Estaba tan exasperada que en un principio no alcanzó a comprender lo que su padre quiso decirle con lo de que había una mujer.

–Espera, espera, ¿eso significa lo que yo me estoy imaginando? ¿Que tú… que tú?

–¿Que yo qué?

–¿Que el que Blanca…?

–Pues eso, jo… lines, Que te gusta una mujer.

–Eso es, hija, que me he vuelto a enamorar a mis 47 años.

Por un momento Blanca permaneció callada mirando a uno y otro lado de la mesa para estudiar las caras de los dos. Se levantó y fue hacia la botella de orujo que estaba en la alacena. Le quitó el tapón y se la acercó directamente a los labios. Le dio un buen sorbo y la volvió a dejar tapada en su sitio.

Pasó por detrás de su hermano y le rozó la cabeza con la punta de los dedos. Rodeó la mesa, se acuclilló delante de su padre y puso la palma de sus manos encima de sus rodillas.

–Papá, papá, no sabes lo feliz que acabas de hacerme. Te quiero con toda mi alma.

–Tenía miedo de que al enterarte te pudieses enfadar porque pensases que estaba traicionando a vuestra madre.

–¿Cómo me va a sentar mal, papá? Has estado toda nuestra vida pendiente de nosotros sin pensar en ti. Has hecho de padre y madre y nunca te has parado a pensar en ti mismo. Sé que adorabas a mamá y que has sido fiel a su memoria hasta ahora que ya somos mayores.

–Te prometo, hija, que no lo he buscado. Ha ocurrido sin pensarlo. Nos conocimos en la procesión de Semana Santa y quedamos unos días después con un grupo de amigos para tomar unos vinos. Ahí tanto ella como yo nos dimos cuenta de que sentíamos algo el uno por el otro.

Blanca contemplaba la cara de su padre al hablar de ella y comprendió perfectamente sus sentimientos.

Juan era igual de sentimental que su hija. Se emocionaba por nada y fácilmente se le enturbiaban los ojos por la emoción. Esta era la cualidad que más le gustaba de su padre. En ese momento le vino a la memoria una frase de él, que le había dicho cuando aún no había cumplido los 14 años: «Un hombre sin emociones y que no sepa lo que es llorar no es un hombre, no es un ser humano. Es un animal. Sin emociones es difícil poder valorar la vida y ser feliz».

–Cuéntame cosas de ella, por favor. –Se levantó y puso la silla frente a su padre, dispuesta a saberlo todo. Quería conocer a fondo a la mujer que después de tantos años había logrado por fin ganarse el corazón del ser al que ella adoraba con pasión de hija.

–Se llama Rosina, aunque la llamamos Rosiña o Rosi. Tiene 37 años y físicamente se parece a ti en el cuerpo, pero es más rubia que tú. Es la secretaria de una cetárea de Porto Do Son que vende marisco al por mayor.

–¿Familia? ¿Estado? ¿Aficiones? ¿Proyectos futuros de vosotros dos? Todo, papá, quiero saberlo todo y no me levantaré de aquí hasta que me lo cuentes.

–Como yo ya lo sé, ¿os importa que me vaya a hacer las cosas que me quedan por hacer?

–Vete, vete, ya no te necesito para nada. Papá me pondrá al día de todo lo que me habéis estado ocultando. Se levantó y le dio un sonoro beso en la mejilla antes de que saliese por la puerta.

–Sigue, papá. Soy todo oídos.

–Bien, vamos por partes. Sus padres viven en Riveira y tienen una pequeña tienda de ultramarinos muy cerca del puerto donde ella estuvo trabajando hasta los 16 años. Ahora lleva 3 años trabajando en una cetárea en Porto Do Son que vende marisco al por mayor y vive en la antigua casa de sus abuelos, que, al morir sin más descendencia que la de su padre, se la dejaron a ella por ser su ahijada. Le gusta hacer cuadros a punto de cruz y el cine. Para el resto, ya la irás conociendo.

–Es decir, tiene su vida resuelta, ¿no?

–Sí, tiene sus dinerillos ahorrados y es independiente en ese sentido.

–¿Me has dicho su edad?

–Sí.37 años, pero tiene cara de más cría.

–¿Y por qué pensabas que me iba a sentar mal?

–No solo era por lo de tu madre, que sinceramente no me preocupaba mucho, era por ti. Tú eres la mujer de esta casa y estás acostumbrada a dirigirla a tu manera sin que nadie te diga lo que hay que hacer o cómo hacerlo. Si yo me volviese a casar eso cambiaría las cosas, ¿no crees?

–Y yo estaría encantada de que cambiasen, siempre y cuando no se meta en el terreno de nuestra vida privada.

–Eso nunca ocurrirá, hija. Hemos hablado de estos temas muchas veces y siente admiración por ti. Está convencida por lo que le he contado que podréis ser muy buenas amigas. En realidad, me dice que le gustaría ser como una hermana mayor y no como una madrastra.

–Seguro que sí, papá. Te prometo que sabré controlar ese genio que a veces me sale. Solo viendo lo feliz que te ha hecho ya la quiero un montón y estoy deseando conocerla.

–¿Te parece bien que empecemos a planificar las navidades desde ahora para estar todos reunidos?

–Me parece genial, pero, papá, quedan casi 20 días para eso.

–Ya lo sé, hija, pero ahora que te lo he contado ya no tengo la ansiedad que tenía, y quiero disfrutar con todos vosotros reunidos en estas fiestas.

–Antes de eso tendrás que presentárnosla. ¿O qué?

–JJ ya la conoce.

–¿Desde cuándo?

–Desde el día del Carmen.

–¿Desde el 16 de julio y yo sin enterarme? La verdad es que sois unos «porcos». Me lo habéis estado ocultando hasta hoy. Ya podía conocerla y tener una amiga en ella a la que poder contarle mis cosas. ¿no crees?

–Lo sé, lo sé, pero ponte en mi lugar.

–Eso te pasa por no tener confianza en mí, y pensar qué es lo que yo podía pensar. Lo que tú pienses que yo pienso puede no ser verdad y la muestra es que estabas totalmente equivocado. Estoy encantada de que por fin puedas volver a sentir el amor por una mujer. Sé que vais a ser muy felices porque eres una buena persona, papá, y sé que por encima de todo la vas a respetar como mujer. Si hay respeto entre vosotros tenéis el amor garantizado de por vida, y nunca os cansaréis el uno del otro.

–Con tus palabras me haces el hombre más feliz del mundo. Estoy deseando que llegue mañana para contárselo todo.

–¿Y puedo saber cuándo os veíais si desde que terminé ATS no me he movido de esta casa?

–Sí te has movido. Que vivas aquí no significa que hayas estado las 24 horas del día conmigo.

–Pues a partir de ahora ya podéis venir a casa siempre que queráis. Yo ya no seré un impedimento para que vengáis cuando y a la hora que os dé la gana. Hablando de horas, ¿ya lo habéis catado?

–¿Qué es lo que tenemos que catar?

–Cataros mutuamente. Probaros, liaros a lo bestia. Tú ya me entiendes.

–¡Ahhhh! ¿Que si ya lo hemos hecho?

–Muy bien, papá, no eres tan cortito como dices. ¿Ya habéis mojado?

–¡Pero qué burra puedes ser a veces hija! ¡A ti te lo voy a decir! Tú estás loca. Eso es solo cosa nuestra.

–Ya sé que es cosa vuestra pero,… yaaa?

Se levantó de un salto al ver a su padre, que se levantaba a su vez diciendo:

–Ahora te vas a enterar –y entre risas y bromas no paraban de perseguirse dando vueltas a la mesa.

–Me rindo, me rindo. Tú ganas, papá. Entre el orujo y las vueltas me baila toda la cocina.

Las luces se apagaron un segundo antes de que un ensordecedor trueno retumbase en toda la casa e hiciese bailar toda la cristalería de la alacena, que se encendió a los pocos segundos.

–¡Qué barbaridad! Menuda tormenta se ha desatado en poco tiempo. A ver quién es el guapo que se atreve a salir de casa esta tarde.

–El guapo no sé quién será, pero he quedado con ella en su casa a las 6 y hoy más que nunca estoy deseando verla para contarle todo lo que ha ocurrido aquí.

–Ya puedes ir con cuidado, está lloviendo a mares. Prométeme que, si llueve más por la noche cuando vayas a venir, me llamas y te quedas a cenar y a dormir allí con ella. Ahora ya estoy al tanto de todo y estaré mucho más tranquila si sé que no corres peligro arriesgándote a venir con este tiempo.

–Sí, jefa, pero no te llamaré. Ya te digo ahora que, de todos modos, llueva o no llueva, me quedaré con ella, porque le dan pánico los truenos y los rayos.

–¿Ves qué bien te ha venido sincerarte conmigo? Ahora podréis hacer una vida normal sin tener que esconderos de mí.

–Papá, ¿dónde tienes el teléfono del Poniente? Esta mañana he quedado con Yago, pero con esta tormenta no me apetece nada salir.

Juan se acercó a la alacena y, abriendo uno de los cajoncitos que tenía, cogió una pequeña libreta negra y se la acercó.

–Gracias. Cuando meriende lo llamaré

–¿Si para de llover tampoco irás, hermano?

–Tampoco. Estoy cansado, llevo toda la noche sin dormir y me acostaré temprano. Mañana será otro día.

Para sus adentros Blanca pensó: «Te has quedado sin verle esta tarde, justo el día que le has conocido. Mañana tampoco lo verás porque dijo que tenía que ir a hacer un par de cosas a Santiago. ¡Maldito tiempo! Ni se puede pescar ni puedo estar con él para conocerle mejor». Estaba que mordía, pero no quiso que ellos se diesen cuenta y volvió a su estado anterior.

–Papá no duerme hoy en casa, JJ.

–¿Y eso a qué se debe?

–Se debe a que va a estar muy ocupado esta noche con su pareja, jeje.

–¿Tenéis ya planes de boda?

–En concreto no hay nada por no haberme atrevido hasta ahora a hablar contigo, pero sí que lo hemos hablado entre nosotros y tu hermano.

–Os voy a matar a ambos. Venga, dispara y cuéntame vuestros planes, pero por favor, papá, sin rodeos.

–Sin rodeos, hija. Pensamos que nos gustaría casarnos este verano.

–¿Dónde?

–En la iglesia de San Vicente de Noal en Porto Do Son.

–¿Por algún motivo en especial?

–Sus padres se casaron ahí y a Rosi le gustaría celebrarlo con ellos porque ellos se lo han propuesto y quieren pagar toda la boda.

–Si quieren pagarlo todo, papá, cásate donde ellos quieran, como si es en el mismísimo infierno. A nosotros nos da igual dónde os caséis. El caso es que, si de verdad os amáis, lo hagáis cuanto antes. Ya no eres un niño y, si pensáis darnos algún hermano o hermana más, ahora es el momento.

–Despídete de esas ideas, Rosi no puede tener niños.

–Vaya, lo siento. Me hacía mucha ilusión tener otro hermanito, pero es igual. Ya puedes hablar con ella y concretar fechas. Por mi parte tenéis mi aprobación y mis más sinceras felicitaciones.

Se bajó de la encimera de la cocina donde estaba sentada y fue hasta su padre para abrazarlo y darle dos sonoros besos.

–¿Puedo saber dónde pensáis vivir? ¿Aquí o en su casa?

–Como pienso seguir saliendo a pescar para relevar a JJ, lo normal es vivir aquí, que es donde está el barco.

–Normal. Te prometo que no me meteré por medio en las decisiones que ella tome como ama de casa. Sin conocerla ya te digo que sé que nos llevaremos muy bien. Tiene que ser una mujer especial cuando tú permites que ocupe en esta casa el lugar que dejó mamá.

–No creo que sea especial. Lo que sí puedo aseguraros es que es buena y respetuosa y que tiene un corazón que no le cabe dentro del pecho. Lo mismo que yo a ella, me demuestra a todas horas lo mucho que me quiere.

–Creo que quererte a ti, papá, es muy fácil –dijo JJ.

–Ojalá que el hombre que me ame se parezca, por lo menos, la mitad a ti.

-Dejaos de alabanzas y preparadme de una vez algo de merendar. Creo que me lo he ganado.

–Te lo has ganado y bien ganado. Nos has quitado un gran peso de encima.

–¿Por qué dices eso?

–Porque ya hace tiempo que nos preocupaba que, si nosotros nos casábamos o nos íbamos de casa, tú te quedarías solo, y no lo veíamos justo. Cuando murió mamá te dedicaste en cuerpo y alma a cuidarnos, te olvidaste de tus necesidades y tus aficiones. Y no era justo que cuando ya no te necesitamos te dejásemos solo. Y no me vengas con la historia de que éramos todo lo que necesitabas para ser feliz.

–Pues sí que te vengo con esa historia, hija. Vosotros dos habéis sido mi alegría y habéis llenado todas mis necesidades.

–Venga, papá, que eras casi un crío cuando murió mamá. ¿Me vas a decir que no has echado de menos a una mujer en todos estos años?

–Claro que la he echado de menos, y en algunos momentos más que en otros.

–¿Y en todos estos años no has tenido relaciones sexuales con ninguna?

–Alguna.

–¿Alguna cuántas son? ¿20 o 30 o 40? ¿Cuántas más o menos?

–¿Y a vosotros eso que os importa? Son cosas intimas mías.

–Tú sabes que entre nosotros no hay intimidades que valgan. ¿Cuántas?

–¿De verdad es tan importante para vosotros saberlo?

–Sí, es importante. Dilo ya.

–Una.

–¿Una? Venga ya, papá. En serio, más o menos.

–Una.

–¿Con quién?

–Ni lo sueñes hija. Eso sí que no es de vuestra incumbencia. Por respeto a ella no pienso decirlo.

–Tienes razón, papá. ¿Ves como eres especial? Otro en tú lugar se estaría pavoneando de mil conquistas fuesen verdad o no.

–A vuestra edad y teniendo vosotros más estudios y cultura que yo, que justo me viene leer y escribir porque en mis tiempos a los 12 años ya estábamos trabajando para poder traer un pedazo de pan a casa, por experiencia, y en eso sí tengo más que vosotros, aún puedo enseñaros algo. Esto que voy a deciros quiero que no lo olvidéis ninguno de los dos. Os voy a contar una historia familiar que desconocéis, para que comprendáis lo que significa el respeto hacia los demás.

»Esta historia, me la contó mi padre, vuestro abuelo Manolo, y a este su abuelo Leandro, y a él se la contó su abuelo Amaro. ¿Os dais cuenta que esta historia tiene más de dos siglos? Se ha ido trasmitiendo de generación en generación, pero tiene una enseñanza que es perfectamente válida para el siglo 20 en que vivimos y demuestra que no hace falta ser de alta alcurnia para ser noble y caballero.

»¡Amaro! ¡Vuestro tataratatarabuelo! O como se diga. Trabajaba en O Pazo do Faramello, que está a 12 kilómetros de Padrón y de Santiago. Estaba encargado de las caballerizas del pazo. Las limpiaba y limpiaba y daba de comer a los 12 caballos que había.

»Estaba acostumbrado, a que por allí pasasen a diario un montón de señoritos de la alta sociedad, tanto gallega como de otros puntos de España y del extranjero, ya que el propietario era italiano. Recorría los montes a caballo y practicaba la caza, que en esos tiempos abundaba por esos parajes de abrupta vegetación y espesos bosques. Mientras realizaba sus faenas escuchaba toda clase de historias de los muchachos que eran más o menos de su edad. Historias de flirteos con damas de la alta sociedad, como de escarceos con las doncellas que servían en el pazo o simplemente pasaban a traer un mandado de sus amos para la casa.

Se pavoneaban dando señas, nombres y apellidos de las incautas que o bien habían caído en las redes de sus artimañas de conquistadores o bien eran obligadas a complacerles bajo presión o amenaza de perder sus puestos de trabajo o los de sus familias. A su edad pudiese parecer que a Amaro estas conversaciones escuchadas a hurtadillas entre caballos y haces de paja le gustasen, sin embargo, le producía asco y repugnancia comprobar que mozos de su edad se recreaban contando escenas sórdidas de sus fechorías sexuales.

»En una ocasión uno de ellos estaba contando cómo había obligado a una de las criadas que no tenía más de 16 años a hacerle una felación bajo la amenaza de desvirgarla allí mismo, amparándose en ser el hijo de una persona muy conocida y respetada. Estaba contando este hecho cuando llegó un señorito que él no había visto nunca por allí. Al verle con una horca en las manos dispuesto a saltar sobre aquel indeseable le dijo: «No lo hagas chaval. Te buscarás la ruina y ese cabrón no aprenderá la lección. Por favor, prepárame un caballo para dar una vuelta por los jardines del pazo». Mientras vuestro taaaaaataaaraabuelo, se lo ensillaba, él escuchaba la conversación y le preguntó:

»–¿Por qué querías atacarles?

»–Esa chica es prima mía señorito y lo que hacen ustedes no está bien. Abusan de los más débiles y eso no es de hombres, es de cobardes.

»–¿Cómo te llamas, muchacho?

»–Amaro, señorito, y me da igual que me pegue o que haga que me despidan. Se lo digo y se lo repito: está mal, eso no es noble

»–¿Qué entiendes tú de nobleza?

»–Lo que me enseñaron mis padres, señorito; respetar y ayudar a mis semejantes, si quiero que me respeten y ayuden a mí.

»–Tienes razón, Amaro. La nobleza no es un título nobiliario. La nobleza es exactamente lo que tú has dicho, tú eres mil veces más noble que esos que se dicen nobles de ahí fuera. Te prometo que se arrepentirán de lo que os están haciendo.

»–¿Usted no es como ellos?

»–No, Amaro. Mi familia, como la tuya, sí es noble, pero noble con mayúsculas. Nunca se nos ocurriría deshonrar a un semejante y mucho menos si es mujer.

»O pazo Do Faramello en un principio fue la Real Fábrica de Papel del Faramello, fundada en 1710 por el marqués de Pombino, de origen genovés. Es de estilo barroco contemporáneo con marcadas influencias italianas y está situado en pleno corazón de la comarca del Sar. Sus tierras están atrapadas en el cañón del rÍo Tinto, que las atraviesa. Se encuentra a 12 kilómetros tanto de Padrón como de Santiago de Compostela. La finca tiene 126.000 kilómetros cuadrados y el edificio principal supera los 2100.

En sus antiguas caballerizas se albergó el arsenal contra las tropas francesas en las revueltas del 2 de junio de 1808. En los márgenes de la finca se encuentra el castro de la reina Lupa. El pazo cuenta con una capilla que data de 1727 y contiene un retablo de madera realizado por uno de los escultores barrocos de la catedral de Santiago de Compostela, el maestro José Gambino, que había nacido en el pazo.

Fue residencia de verano de SM el rey Alfonso XIII y del infante D. Luis de Baviera. Cabe señalar como curiosidad, que el señor de Faramello ostenta el honor, que le fue otorgado por Privilegio Real en 1815, jamás ejercido, de poder entrar a caballo en la catedral de Santiago de Compostela. Abundan las referencias literarias de los más ilustres escritores gallegos sobre el pazo: Rosalía de Castro, Emilia pardo Bazán, Cela, etc.

Alejandro Pérez Lupín escogió sus exteriores al escribir La casa de la Troya en 1915, donde reflejó la conducta estudiantil de la nobleza compostelana. Fue una de las novelas más leídas de su época en castellano. En la actualidad, desde junio de 2014, forma parte de la iniciativa «Pazos del Apóstol» y pertenece a la Ruta de las Camelias. Junto con el Pazo de Sargadelos situado en Cervo (Lugo) son los únicos pazos gallegos de origen industrial.  Emilia Pardo Bazán dijo: «Hay muchos pazos, pero el de O Faramello es único».

»Espero que vosotros tengáis el mismo concepto de nobleza que hemos tenido vuestros antecesores o ancestros o como se diga y que llegado el día trasmitáis a vuestros descendientes lo que yo os he trasmitido hoy a vosotros.

Los dos hermanos se quedaron en silencio un rato, conteniendo la emoción que les había producido el relato.

–Tienes razón, papá. A veces la experiencia de la vida enseña mucho más que cualquier universidad. Eres mi héroe.

–Nuestro héroe –corroboró JJ.

–Acércame el teléfono para llamar a Rosi y decirle que salgo ahora, que parece que ha amainado un poco la tormenta.

–¿Cuándo me la vas a presentar?

–Supongo que en esta semana. El primer día que venga a buscarme.

Juan se levantó de la mesa para ir a cambiarse y emprender camino hacia Porto Do Son.

 

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